jueves, 17 de enero de 2013

FIESTAS DE SAN SEBASTIAN EN ALARCÓN

Las fiestas se conocen por las vísperas que en Alarcón están marcadas por la tradición de “vestir al Santo”. Nunca soportaron bien el ver a San Sebastián desnudo y amarrado al árbol bajo las fuertes heladas del mes de enero. Por esta razón se le cubre con un arco de brusco (rusticus), cuajado de cintas y naranjas. Este era un antiguo ejercicio de los huertanos del Júcar, en la desaparecida ermita de San Sebastián, a medio camino entre la Puerta del Campo y las huertas de Castañeda. Posteriormente este acto festivo se trasladó a la iglesia de la Trinidad, la que hay a la entrada de Alarcón. A las siete y media de la tarde, una vez vestido el santo, se traslada a la parroquia de Santa María, donde se dice la misa de víspera. Al día siguiente, a las doce y media, procesión con la ofrenda (o “apedreo”) del puñao y la misa concelebrada. Todos los actos de este día están subrayados por la pita y el tambor, que tiene su expresión última en el “puñao” de La Cabaña. El día 19, a las doce y media, misa por los difuntos y retorno de San Sebastián a la iglesia de la Trinidad. Por supuesto que estos días habrá baile de tarde y de noche.


San Sebastián vivió al final del s. III. Nació en Narbona y después se trasladó a Milán de donde eran oriundos sus padres. Marchó a Roma donde se enroló en la milicia del imperio, llegando a ser miembro destacado de la guardia personal del emperador Maximiano, asociado al trono por Diocleciano. Arreció la
persecución contra los cristianos porque se negaban a rendir homenaje de adoración al emperador que en aquel momento se había reducido a una genuflexión. Como reacción, soldados cristianos no quisieron participar en las manifestaciones oficiales. Hubo varios edictos obligando a los cristianos a participar en los sacrificios de la religión tradicional, a lo que se negaron. La persecución se desató en el año 303 y acabó en el 313. Hubo numerosos mártires, sobre todo en Italia, África y Oriente. En este ambiente san Sebastián se destacó por ayudar a los cristianos de las cárceles, animándoles a no renegar de su fe. Fue sorprendido en esta tarea y condenado a morir asaeteado. Lo cosieron a flechas, amarrado desnudo, a un naranjo silvestre; de ahí viene la tradición de Alarcón de reproducir el naranjo con un arco de brusco en el que se cuelgan estas frutas. A la noche siguiente Irene, también cristiana, fue a recoger su cuerpo; quedó sorprendida cuando vio que no había muerto. Lo llevó a casa, lo curó y en poco tiempo san Sebastián se repuso de sus heridas. Se presentó ante Maximiano y le echó en cara la persecución de los cristianos. El emperador, como respuesta, lo mandó azotar hasta morir. Fue enterrado en la última de las catacumbas, que lleva su nombre; también se llama así la puerta de la muralla de Roma más cercana a San Juan de Letrán, en la entrada de la Vía Apia. Su devoción se extendió por todo el mundo. Como a san Roque, se le invocó contra la peste. Son innumerables sus representaciones artísticas en pintura o en escultura. Los artistas del renacimiento encontraron en él una buena excusa para trabajar el desnudo masculino. El cardenal Wiseman lo eligió como protagonista de su novela

Fabiola.

El patronazgo de Alarcón viene dado, además, por otra rara circunstancia. Si observamos el plano de Alarcón, podemos apreciar que la disposición del castillo y las cinco iglesias se corresponde con la constelación del Cisne. Esta constelación que representa lo blanco y la vida, y que sucede a la del Carbonero que es negro y es muerte, empieza a ser cenital el 20 de enero, fiesta de San Sebastián, cuando el sol entra en Acuario.


Luis Martínez Lorente

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